Francia al borde del colapso

Por Darío Merino 



Los recientes disturbios en Francia por la muerte de Nahel M., a manos de un policía francés, recuerda la muerte de George Floyd en 2020 en Estados Unidos.


Ambos casos, muy trágicos, nos ponen a pensar con relación al racismo y el clasismo que aún pervive en el imaginario colectivo de las sociedades más avanzadas.


Y es que fue en estas sociedades avanzadas dónde el racismo encontró su principal caldo de cultivo.


Fue en Francia, por mencionar un caso, donde el colonialismo del siglo XIX  surgió junto con las primeras manifestaciones de racismo justificando la inferioridad de evolutiva de las personas con piel negra, y es en Francia dónde surgen las primeras sugerencias, después de la segunda guerra mundial, de que todos somos iguales sin importar el color de piel.


Y a pesar de que la Declaración universal de los derechos humanos en 1948 estableció esto como una realidad para todas las naciones; lo que es muy cierto es la dificultad en la colectividad de aceptar que todos los seres humanos somos iguales y que el color de piel no define la tendencia al "mal".


La muerte de Nahel M. en Francia la semana pasada ha causado terribles disturbios en distintas partes que ponen en duda la capacidad política del primer ministro francés Emmanuel Macron quien, por cierto, no es la primera vez en su mandato que enfrenta este tipo de desmanes.


Hay varios factores que explican este lamentablemente suceso, en primera instancia, el joven era repartidor (oficio honesto pero despreciado en Francia), segundo, era de origen argelino (Argelia antigua colonia francesa y, al ser argelino era de piel negra), tercero, procedente de uno de los suburbios más complicados del norte de París; cuarto, como el 80% de la población francesa pertenece al sector inmigrante no blanco. Todo ello, combinado en la trágica muerte de este joven de 17 años que según las versiones policiacas en su trayecto en bicicleta se había pasado al carril prohibido del transporte suburbano y al negarse a detenerse a la policía no le quedó de otra que darle un tiro en el pecho.


Se pensaba que por los orígenes del joven la cosa se iba a quedar ahí, pero rápido su caso se viralizó y en pocas horas las protestas de la población parisiense comenzaron: autos quemados, cierres de calles, disturbios, la respuesta agresiva de la fuerza pública y la negativa de Macron de dar la cara sobre el asunto se salieron de control.


Para el día viernes por la noche, en Twitter la noticia se hizo viral y ocupaba en primer lugar de posición en todo el mundo.


Para el sábado 1 de julio de este año la cosa cambió, no en Francia, donde siguen los disturbios, sino en las redes sociales, específicamente en Twitter donde de pronto Elon Musk, actual CEO de esta red social dijo que por mantenimiento la plataforma quedaría limitada a 600 twits, apareciendo la advertencia de que no se podría publicar nada más que está cantidad de post y que se iría dosificando al pasar del tiempo, además de que de pronto el #francia había desaparecido. Cuando meses atrás prometió que la libertad de expresión sería el sello de Twitter. 


Las sospechas de muchos usuarios no se dejaron esperar y comenzaron a indicar que muy seguramente era cosa de Macron, ya que el pasado 15 de junio Elon Musk y el primer ministro francés acordaron la posibilidad de construir una fábrica de autos Tesla que promete reactivar la industria francesa ante las terribles perdidas y despidos en todo el país galo, además de la creciente competencia  alemana.


La imagen deteriorada de Macron a inicios de año por haber cambiado la ley de jubilación y aumentar los años de trabajo, más las recientes protestas sociales que se están saliendo de control podrían representar un revés financiero importante para este país. Quizás lo peor sea que este tipo de situaciones se extienda a toda Europa occidental. Cosas de la historia.




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