Como judío errante, parte 1

Por Darío Merino 




Miles de judíos salieron expulsados de su tierra por el conflicto de rebelión contra el imperio Romano en el siglo I de nuestra era.


Desde entonces, familias hebreas buscaron refugio al interior del Imperio, en esas condiciones, algunos judios aceptaron la religión cristiana, otros, mantuvieron la fe hebrea. 


Para los judíos que no aceptaron el cristianismo y se mantuvieron fieles a la religión de sus padres, Jerusalén era y, seguiría siendo, la cuidad histórica: ubicada en el corredor Sirio Palestino, famosa en el relato bíblico por ser la capital de Israel y sus distintos monarcas, conocida como Tierra Santa.


Sede del centro de adoración hebrea conocido como Bet haKenéset -casa de reunión- en otras palabras, el templo judío; y escenario de luchas políticas tanto internas como externas, por ejemplo: la invasión asirio-babilónica y la primera deportación hebrea, y la irrupción de los Imperios griego y romano, a este último la sociedad judía le causó dolores de cabeza por las constantes rebeliones judías. 


Como la sucedida en la rebelión organizada en el año 70 de nuestra era, el grupo político de resistencia concido como los zelotes, lo que obligó al general romano Tito a tener que destruir el templo de adoración judía, interrumpiendo las prácticas religiosas.


Pero en el año 132 de nuestra era después de una resistencia dirigida por el líder político judío, Simón Bar Kojba, junto con miles de personas, sacaron de quicio al imperio Romano quien terminó expulsando a los judíos de Jerusalén y de todo el territorio actualmente conocido como Palestina.


El dominio de este sobre la zona de Palestina, más específicamente en Jerusalén, hizo que el Imperio Romano, de manera definitiva, expulsara a todos los judíos de la zona de Palestina. Fenómeno conocido como la dispersión o diáspora judía. 


Desde entonces, los judíos de la dispersión, cada vez que celebraban Pascua, rezaban: "El año próximo en Jerusalén", como una esperanza de regresar a su tierra de origen.


La condición de los judíos dispersos en Europa durante la Edad Media fue muy particular ya que no todos los judíos eran iguales pues llegaron a formar dos grupos: askenazis -asentados en Europa Oriental muchos de ellos catalogados como pobres- y los sefarditas o sefaradies -ubicados en Europa Occidental la mayoría de ellos pudientes-.


La esperanza de regresar a Tierra Santa por parte de ambos grupos no fue percibida de la misma manera. 


Por ejemplo, los del primer grupo, los askenazis, trabajaban como buhoneros -vendedores ambulantes de baratijas-, emprendían negocios poco prósperos y, además, mantuvieron firme su convicción religiosa y de grupo, es decir, se negaban a asimilarse a la cultura europea; fueron errantes, perseguidos y violentados, por caso en territorios como Rusia, los conatosde violencia recibieron el nombre de progromos, procedente del término eslavo "gromit" que quiere decir: golpe.


En consecuencia la aspiración de los askenazis por regresar a Tierra Santa era cada vez más grande. ¿Por qué no lo hicieron? El Imperio Turco Otomano dominaba la zona de Medio Oriente y mantuvo una política migratoria contra judíos europeos que pretendían regresar a Jerusalén o de perdida a Palestina.


Por su parte, los judíos ricos, los sefarditas, con estabilidad económica decidieron adoptar la cultura europea. En consecuencia, el sueño de regresar a Jerusalén se desvaneció.


Los judíos pobres askenazis intentaron mejorar su situación desplazándose al occidente europeo, lo cual sucedió paulatinamente durante los siglos XVII y XVIII, no obstante, al llegar a estos territorios sus propios "compatriotas" los rechazaban, porque, entre múltiples causas, generaban ambientes de inestabilidad y mala fama con relación a los judíos ricos.


Es decir, como inmigrantes en busca de mejoras de vida, los sefardíes en su mayoría les dieron la espalda, incrementando motines violentos contra los askenazis. Continuará...


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