Pánico satánico, parte III

Por Darío Merino 



En 1980 el pánico satánico se descontroló, aparecieron de repente predicadores que aseguraban haber pertenecido a las filas de los ejércitos del mal.

Como el caso del comediante Mike Warnke, quien dijo ser ex sacerdote satanista. Su libro El vendedor de Satanás, fue bestseller y texto de consulta de los ministros y creyentes evangélicos donde encontraron santo seña de los rituales oscuros; y aunque el tiempo e investigaciones demostraron que lo que Warnke apuntaba solo era producto de su imaginación, la mayoría de las iglesias evangélicas lo creyeron y predicaron.

Las congregaciones evangélicas hicieron videos, cómics, conferencias, campañas y retiros, tratando de demostrar cómo el satanismo estaba metido hasta en la sopa. Imprimieron panfletos y posters didácticos para difundir, no la palabra de Dios, sino los símbolos satánicos más recurrentes usados en la publicidad de los artistas del momento. 

Escucharon discos de acetato al revés para demostrar el mensaje subliminal en las letras de los intérpretes. Miles de padres fueron exhortados (coaccionados) a quemar y tirar a la basura todo tipo de música que tuviera algún símbolo oscuro o alguna alusión maligna. Surgieron las leyendas negras más terroríficas acerca de muñecos de peluche con veladoras negras en su interior, juegos de mesa poseídos (Calabozos y dragones, Serpientes y escaleras, ajedrez y damas chinas), el rechazo total a las caricaturas como Care bears (ositos cariñosos), los pitufos, Thundercats y muchas más que, según esto, contenían mensajes ocultistas.

La empresa de productos de higiene personal, Procter & Gamble fue acusada de ser financiada por una poderosa élite satanista (la pasta de dientes Crest, fue la mismísima marca del anticristo).

Esto llevó a que las iglesias protestantes ortodoxas también se dejaran arrastrar por la corriente del pánico satánico ochentero fomentado por las iglesias evangélicas. Autores como Rebecca Brown (escritora del libro Él vino a libertar a los cautivos), Jack Chick (ilustrador de los cómics cristianos Chick), Frank Hammond (autor de Cerdos en la sala); basaban sus textos en lo que Warnke mencionó en 1972 en su publicación: que Hollywood era el publicista de Lucifer, que las disqueras eran dirigidas por sacerdotes oscuros, que por lo menos en cada iglesia había un agente infiltrado de la fuerzas del mal y que existen comunidades enteras en los Estados Unidos que son habitadas por brujas y hechiceros al acecho de víctimas inocentes.

Y lo peor, los medios de comunicación locales reportaban cómo en algunos preescolares los infantes aseguraban que sus maestros los habían forzado a participar en lo que las autoridades judiciales denominaron ritos satánicos sexuales.

Noticias de chicas y chicos desaparecidos y localizados muertos con signos de tortura.

Entrevistas a ganaderos que hallaron a sus animales muertos, sospechando que fueron sacrificados en cultos diabólicos.

Inocentes condenados a cadena perpetua porque sus vecinos los acusaron ante las autoridades por ser sospechosos de practicar artes oscuras.

¿Qué estaba ocurriendo? En Estados Unidos 1980 fue una década muy complicada. El Estado de derecho había llegado a su fin con la presidencia de Ronald Reagan, es decir, el neoliberalismo se instaló; con ello la pérdida de seguridad social y programas creados por el gobierno para protección de los ciudadanos. Reagan redujo los presupuestos para los sectores sociales más vulnerables. Privatizó empresas nacionales. Vino una ola de desempleos que no se solucionó sino hasta 1988. Miles de personas se sintieron en el desamparo y a la deriva ya que la estabilidad de la clase media nacida en los años cincuenta llegaba a su fin. 

Muy seguramente esta paranoia colectiva fue utilizada como cortina de humo en la era Reagan para aminorar las tensiones que se estaban generando por el recorte presupuestario, aumento de renta de los más ricos y la imposibilidad crecimiento de los más pobres. El pánico satánico quizás fue usado para distraer la atención de los ciudadanos.

También podría pensarse que la población, mayoritariamente cristiana protestante buscó una válvula de escape frente a lo que estaba sucediendo y lo encontraron en el pánico satánico. Muy seguramente la libertad de creencia y apertura en medios de comunicación que Reagan le concedió a las iglesias cristianas coadyuvó a que el pánico satánico proliferara. Cosas de la historia.


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