El Hijo de la Estrella
Por Darío Merino
El judaísmo conformó la esperanza de un Mesías (ungido) que traería paz mundial, libertad al pueblo de Israel de sus enemigos; sería el político más notable de la humanidad y el personaje más influyente que, con sus aptitudes, convencería a las personas, judías o no, de servir a Dios y, restaurar el templo hebreo destruido en el año 70 de nuestra era.
Como en toda religión, las cuestiones proféticas siempre son interpretadas por cada grupo e individuo a conveniencia, necesidad o esfuerzo propio.
De modo que, en distintos momentos, la
tradición judía crearía diversas suposiciones sobre el Mesías y quién sería
este.
Desde el punto de vista del cristianismo
sería Jesús de Nazaret, el Mesías prometido en las Escrituras.
Sin embargo, esto no fue una explicación
que convenciera del todo a los practicantes de la ley de Moisés de hueso
colorado.
En el año 132 apareció Simón Bar Kojba,
que parecía cumplir con las expectativas del prototipo mesiánico.
Perteneciente al grupo político rebelde de
los Zelotes, convenció a la población de la provincia de Judea a rebelarse de
una vez por todas de los abusos del imperio Romano y vengar la destrucción del
templo suscitado 60 años antes. Era el tiempo de la insurrección.
Promovido por el rabino más influyente de
su época, Iosef Akiva, Simón recibió el apodo de Bar Kojba que significaba, el Hijo
de la Estrella.
El rabino Akiva le sirvió a Bar Kojba de
ministro de propaganda pues este se encargaría de convencer a los judíos que el
Hijo de la Estrella era el verdadero Mesías anunciado por los profetas.
La rebelión tuvo tanto éxito que la
provincia de Judea dejó de pagar impuesto a Roma, creo su propia moneda, colocó
como gobernante a Simón Bar Kojba e impidió que durante dos años el imperio
romano no pudiera hacer algo al respecto.
El ponerse con Sansón a las patadas le
saldría caro al Hijo de la Estrella, pues en el año 135 el emperador Adriano envío
a sus tropas a terminar de una vez por todas con sus delirios de grandeza del
proclamado Mesías. El resultado:
580 mil muertos en Jerusalén, la destrucción
de más de 800 aldeas en todo el territorio, la tortura del rabino Akiva, la
quema de las Escrituras y textos rabínicos, la expulsión de los judíos de la provincia
de Judea, la creación de un santuario al dios Júpiter en donde estaban las
ruinas del antiguo templo hebreo y la ley fuga para Simón Bar Kojba.
Después de este fatídico momento en su
mayoría las tribus de Israel salieron dispersas rumbo a Europa del Este y
centro, denominados judíos askenazis cuyas apreturas económicas los llevaron a
abrazar la esperanza de regresar a su tierra y la llegada del Mesías; y judíos
sefardíes que habitaron Europa occidental teniendo tal estilo de vida próspero
que regresar a la tierra prometida o esperar al Mesías fue algo que los tuvo
sin el menor cuidado. Cosas de la historia.
A los suyos vino , y los suyos no le recibieron..... Y hasta la fecha los Judios siguen esperando a su Mesias...buen reportaje Maestro Dario; un abrazo.
ResponderBorrarSin lugar a dudas la gran aportación del pueblo de Israel sal mundo es el cristianismo
ResponderBorrarEntonces desde siempre el imperio romano a querido someter aquellos que se rebelan a su autoritarismo religioso, político y económico... Mmm interesante
ResponderBorrarExcelente Artículo!!
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