Los dueños del rancho: a propósito de la rusofobia

 

Por Darío Merino

En 2001 cayeron las torres gemelas y el mundo Occidental generó una paranoia que aseguraba, con una lógica simplista que, cualquier árabe era musulmán y a su vez, terrorista.

Incontables ciudadanos norteamericanos de ascendencia árabe que, ni siquiera eran practicantes del Islam, ni mucho menos terroristas, fueron violentados. Todo por la fobia de que, no vaya siendo la de malas, causaran estragos como aquel fatídico 11 de septiembre.

Esta manera de pensar reduccionista, generalizadora y racista ha sido una constante de la mentalidad Occidental en tiempos de guerra. Para crear la imagen de quiénes son los buenos y quienes los malos.

Veintiún años después uno pensaría que en una época de acceso a la información, cuando la ciencia y tecnología han avanzado tan vertiginosamente, estas situaciones deberían de superarse, pero no es así.

Las condenas sobre los crímenes sucedidos contra la población ucraniana han generado sanciones financieras sobre Rusia y algo más: la satanización de todo lo ruso.

En marzo de 2022 se gestó una especie de rusofobia, despidos a trabajadores de procedencia rusa en países de Occidente, prohibición de espectáculos rusos, el cese de jugadores y artistas de esta nacionalidad -unos porque que han dado su apoyo a Putin-; otros, la mayoría, solo por ser rusos.

Incluso, la Federación Internacional de Felinos prohibió la participación de gatos rusos en sus competencias(!).

¿La razón? Estamos ante una situación que tiene muchos rostros. Por un lado, la violación al derecho internacional de Ucrania (cosa que Estados Unidos también ha hecho, no olvidemos la devastación sobre Afganistán en 2001 e Irak en 2003).

Por otro lado, la urgencia de Occidente de detener a toda costa, no la invasión a Ucrania; sino al oso ruso que junto con China se están transformando en los próximos dueños del rancho. Cosas de la historia.