Ley Lerdo: buena intención, mala ejecución


Por Darío Merino

Desde los días de la colonización española la cuestión de la tenencia de la tierra fue todo un tema ya que esta le perteneció a la iglesia y a la corona, siendo trabajada por campesinos mayormente indígenas. 

Después de la independencia de México, el asunto de la tierra permanecía casi igual; salvo algunas regiones donde grupos campesinos eran propietarios comunales de los ejidos.

Fue en 1855 cuando los liberales encabezados por Benito Juárez intentaron cambiar el asunto por medio de la Ley Lerdo, incorporada a la Constitución de 1857. 

La tierra fue considerada como un bien en manos muertas pues al no pagar impuestos, no significaba ningún bien para el Estado, además de ser intransferible.

Para los liberales uno de los mayores atrasos económicos fue la tierra en condición de manos muertas; más si esta le pertenecía a la iglesia. 

Quitar este preciado bien a la iglesia implicaba despojar también a los terrenos comunales indígenas, ¿por qué? La idea liberal era formar una clase media agrícola donde cada ciudadano mexicano fuese amo y señor de su ejido, digamos, a la manera norteamericana propia de esta época donde cada ciudadano de los Estados Unidos era dueño de unas cuantas hectáreas para su uso particular.

Y aunque la intención era modernizar a México, los resultados no fueron lo que se esperaba. 

Cuando la ley se implementó en municipios y localidades las autoridades hicieron su agosto; o bien estaban coludidos con la iglesia o, negaron a las comunidades indígenas la compra de ejidos pues ya los tenían apalabrados con algún pudiente que podía pagar de contado con sus respectivas mordidas para las autoridades.

En tanto sólo 30 años esta situación creó una poderosa clase social de terratenientes que, durante el porfiriato, vivieron como reyezuelos medievales contratando en condiciones de escasez a los campesinos que habían perdido sus ejidos trabajando en una hacienda rodeados de miseria, abusos y explotación por la descuidada ejecución de la Ley Lerdo
. Cosas de la historia.

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